En las entrañas más silenciosas de Konoha, donde ni los ANBU se atreven a espiar, existe un linaje que jamás fue comprendido… solo temido. El Clan Kurama, depositario de un genjutsu tan perfecto que convierte la realidad en una ilusión irrompible, fue condenado al anonimato por la misma razón que debería haberles otorgado poder absoluto: podían destruir sin tocar. Matar sin mancharse. Convertir el mundo en un infierno… desde una sola mirada.

Los Kurama no combaten. No lo necesitan. Una simple percepción equivocada, un pensamiento infiltrado, y el shinobi más fuerte se convierte en su propia víctima. Tus ojos verán a tu madre con una kunai. Tus piernas correrán hacia una trampa imaginaria. Tu chakra drenará luchando contra un enemigo que no existe. Y cuando finalmente tu cuerpo caiga… descubrirás que nunca te moviste del sitio. Fue tu mente la que se desangró.

Este poder absoluto no es estable. Cada miembro del clan es una ruleta rota, una bomba mental que podría estallar en cualquier momento. La línea que divide al Kurama del monstruo es tan delgada como un susurro. Y cuando se rompe… los gritos que genera no provienen de la boca. Provienen del alma.

Los ancianos de Konoha decidieron sellarlos, controlarlos, someterlos al olvido. Pero lo que se entierra en la oscuridad no desaparece. Se pudre. Se fortalece. Y el eco de su venganza ha comenzado a resonar. Si el Clan Kurama despierta, la guerra no se librará con fuego ni cuchillas. Se librará en el interior de cada shinobi, donde los miedos más profundos se harán carne, donde lo imposible será vivido con la más absoluta convicción.

Verás morir a tus seres queridos una y otra vez. Sentirás tu cuerpo arder mientras te congelas. Lucharás con desesperación contra enemigos que solo existen en tu mente. Y cuando intentes despertar… descubrirás que nunca estuviste dormido.

Porque esa es la última verdad del Clan Kurama: si ellos desean que tu vida se convierta en pesadilla… lo hará. Y nunca terminará.